Vesiculo del dia


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jueves, 29 de mayo de 2008

RECIBA DE PARTE DE DIOS



Reciba al hombre de Dios
Kenneth Copeland



De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. Juan 13:20


Parece mentira que haya muchos cristianos nacidos de nuevo y llenos del Espíritu Santo que critican a su pastor el sábado por la noche y luego esperan que él ore la oración de fe por ellos el domingo por la mañana. Hacen constantemente comentarios negativos de los evangelistas y de los predicadores que Dios ha enviado a ministrarles, y luego se preguntan por qué la lluvia del Espíritu se ha evaporado de sus iglesias.
La mayoría de esas personas nunca sueñan en criticar el ministerio de Jesús. No obstante, de acuerdo con la Palabra de Dios, eso es precisamente lo que están haciendo. Jesús dijo: "El que recibe al que yo envío, me recibe a mí".
Sé que los ministros fallan a veces. Sé que cometen errores. Jesús también sabía que lo harían. Pero Él dijo: "Si los recibes, me recibes a Mí".
Si cree que la doctrina de algún predicador es errónea, entonces ore por él. No esté bajo su ministerio, si es necesario. Pero las Escrituras dicen: "¿Quién eres tú para juzgar al siervo de otro? Que se mantenga en pie, o que caiga, es asunto de su propio Señor. Y se mantendrá en pie, porque el Señor tiene poder para sostenerlo" (Romanos 14:4. NVI).
Los ministros del evangelio son siervos de Dios, no suyos. Ya sea que se equivoquen o estén en lo correcto, ámelos y respételos, aunque no sea por ninguna otra razón más que para honrar a quien los envió.
Aprenda a recibir al ministro de Dios que Jesús le envía con el mismo respeto y honor que le daría a Jesús. Si lo hace, abrirá la puerta para que el gran poder espiritual sea liberado, allanará el camino para que Dios supla lo que necesita, la unción de Dios se liberará por medio del hombre de Dios hacia usted.
No permita que la crítica retenga la unción del Espíritu Santo. Luego prepárese para ser bendecido, porque le aseguro que el Espíritu Santo no la retendrá.

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