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jueves, 7 de agosto de 2008

EL AMOR... UNA DESICION


El amor que sentimos hacia otra persona no es un indicador del éxito que tendremos en esa relación. El éxito lo obtenemos a través de la capacidad de manejar los conflictos que surgen en la misma. La clave detrás del éxito está en percibir el amor como un compromiso más que un sentimiento.


Esta idea no se limita únicamente a la relación conyugal, más bien abarca todas las relaciones en las que participamos en la vida cotidiana. El mejor ejemplo de esta dinámica nos lo muestra nuestro Padre Celestial en Juan 3:16. Dios nos amó, pero su amor no fue estático, también nos proveyó la manera de enmendar nuestro estado de imperfección (Romanos 3:10). Entregó su único Hijo, para que todo el que en Él cree, tenga vida eterna y no se pierda.

El compromiso que el Señor hizo con la humanidad hace más de dos mil años, como consecuencia de su amor, aun está vigente y eficaz. ¡Qué maravillosa interpretación de amor!

Una manera de concebir este concepto es con los hijos. Todo el amor que sentimos por ellos no les sacia la sed ni el hambre, tampoco los acompaña a las actividades recreativas a las que ellos asisten. Tenemos que trabajar, y mucho, para satisfacer sus necesidades físicas y tenemos que organizar nuestro tiempo de manera que podamos satisfacer sus necesidades emocionales paralelamente.

La clave detrás del éxito está en percibir el amor como un compromiso más que un sentimiento.

Nosotros no llegamos al trabajo en la mañana y le decimos al jefe: “Hoy voy a trabajar dos horas en vez de ocho, pero van a ser de mucha calidad”, porque con toda probabilidad únicamente le van a pagar por el tiempo que trabajó y no por su trabajo. Entonces por qué lo hacemos con los hijos cuando le dedicamos poco tiempo asumiendo que lo que cuenta es la calidad, cuando en realidad ambas cosas son igualmente importantes.
Una pareja puede amarse profundamente y jamás alcanzar la meta de “hasta que la muerte los separe”, porque nunca aprendieron a sobrellevar sus diferencias. Muchos individuos se involucran en una relación conyugal buscando que alguien los haga feliz, y cuando esto no ocurre, lo ven como una falta de amor de su pareja. Con poca probabilidad reconocen su aportación en los conflictos ya que su idea original del matrimonio no contaba con hacer feliz al otro. Esta línea de pensamiento enflaquece las probabilidades de manejar triunfantemente los conflictos.

No es hasta que internalizamos el concepto de que el amor es un compromiso, más que un sentimiento o una emoción, que nuestras actitudes hacia los demás son un reflejo de nuestras palabras y no una variante. Cuando la frase “te amo” está acompañada de la responsabilidad de satisfacer las necesidades del otro componente de esa relación es porque hemos entendido que el fundamento del amor es buscar el bienestar de la otra persona. Verdaderamente, el mejor molde para trabajar una relación nos lo dio el Maestro de las relaciones: Jesús, que pagó el precio más alto, su propia vida, el amor que nos tuvo.
TOMADO DE INTERNET